APEGO Y PANDEMIA
Me estoy encontrando en consulta con muchos casos de personas que desde el inicio del confinamiento aprecian un estado de ansiedad, decaimiento, malestar generalizado que ha ido en incremento y que ahora que hará ya un año desde el comienzo del estado de alarma y la crisis pandémica a nivel mundial piden ayuda porque ven que esto no solo no se les marcha si no que incluso a algunas personas les está empezando a interferir en las relaciones familiares y en el trabajo.
Este virus despierta la vulnerabilidad de todos nosotros independientemente de la edad, la raza, el género… Todos podemos ser portadores, contagiar y ser contagiados, y el curso y pronóstico aún es incierto.
En muchas personas su sistema de apego se ha activado dado que recordemos que muchos autores nos dicen que “se activa en los momentos en los que una persona está perdida”, funcionando como mecanismos de defensa ante vivencias de angustia.
Las conductas en busca de cuidado, consuelo, protección y seguridad por parte del otro podrían ayudar a regular la angustia, si bien se dan una serie de circunstancias que dificultan que se desarrolle una situación de apego seguro. La satisfacción de la necesidad de protección se relaciona con la proximidad, actitudes de cuidado y de aceptación sin juicio, accesibilidad y transmisión de seguridad. Todo esto con la pandemia se está viendo interrumpido para muchas personas generando ansiedad y desánimo y la teoría del apego nos puede ayudar a entenderlo. Cuando la angustia que sufre la persona que solicita protección es de baja intensidad, se pueden conseguir desactivar las conductas de apego con las miradas, la escucha, las palabras, pero se necesita pasar al tacto cuando la angustia es más intensa (Bowlby, 1989). Las medidas de distanciamiento físico conllevan que la figura de apego no siempre esté accesible y mucho menos próxima, algo necesario para que se maneje la angustia.
Luego la reducción del espacio seguro desde el cual explorar el mundo ha sido especialmente relevante y los adultos han pausado sus rutinas lo cual ha implicado que las rutinas diarias cambiaran de repente dejando a muchas personas con la sensación de estar perdidos sin aquello que daba sentido a su día a día: ¿quién soy yo si no puedo hacer todo lo que hacía antes del confinamiento?
¿Cómo podemos intervenir desde la terapia para ayudar en este proceso?
Desde la Psicología Clínica, el reto actual es ayudar a prevenir y atender las necesidades que presenten las persona fomentando un trabajo comunitario y grupal para reforzar las redes naturales de apoyo, enfatizando los recursos de afrontamiento de cada persona y comunidad para promover los proyectos vitales de las personas.
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