Cuando trabajando sobre violencia en la terapia me gusta pensar no solo en el que agrede si no también en los que permiten esa agresión al otro y a hacia sí mismos. La violencia la mantenemos entre todos, primero el agresor pero luego también los que miramos al otro lado o nos ponemos una venda, los que la minimizamos, justificamos o normalizamos, los que poco a poco le damos de comer y sembramos una cultura de desigualdad o de odio.
Cuantas veces al hablar de violencia y en especial de la violencia de género o la violencia hacia los niños y las niñas hablamos de cómplices, personas que miran para el otro lado o personas que favorecen con sus palabras o actitudes u omisiones que determinadas actitudes se perpetúen. Estas personas no están exentas de responsabilidad.
Vemos ejemplos continuamente en el día a día en muchos ámbitos.
Rechazo el maltrato hacia la mujer pero enseño a mis hijos que la niña tiene en casa unas responsabilidades y el niño tiene otras promoviendo una cultura de desigualdad.
Me manifiesto en contra del maltrato físico hacia las mujeres pero cuando mi hija me dice que no es feliz en su matrimonio y quiere separarse le digo que a donde va en la vida sin un marido y que su responsabilidad es mantener unida a la familia.
Rechazo la violencia hacia la mujer pero le enseño a mi hijo que si no hace las cosas como yo quiero tengo derecho a pegarle una bofetada para aliviar mi enfado y que entienda que lo ha hecho mal.
Explico a mi hijo que no se debe pegar a las mujeres pero le inculco que sepa diferenciar a las “buenas “ mujeres de las “furcias o lagartas”.
Incluso si vamos más allá de la violencia de genero
Me manifiesto en contra del bullying pero cuando vengo frustrado del trabajo lo pago con mi hijo y pierdo los nervios con él por cualquier cosa ya que a mi jefe o compañeros no les soy capaz de decir lo que pienso.
Trasmito valores a mi hijo de solidaridad, respeto y empatía pero enseño que es mejor no relacionarse con personas de otras etnias, religiones, identidad sexual, etc, promoviendo rechazo-odio a todo lo diferente a uno.
Hoy para finalizar comparto con vosotros una reflexión que no es mía si no que pertenece a la feminista y escritora Simone de Beauvoir y que dice
“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”.
Me gustaría que pudiéramos ir ampliando nuestra mirada mas allá del “opresor” al que normalmente identificamos con facilidad y empecemos a identificar como nosotros mismos alimentamos y somos “cómplices” de esta violencia porque a partir de nosotros puede venir el CAMBIO más importante.